sábado, 7 de enero de 2017

UNA GRAN MATANZA: Por fin con mi amada esposa

Ya no había vuelta atrás, tenían que morir todos o morir nosotros, no había otra salida. Atenea siguió ayudándome y así pudimos ir matando a todos los pretendientes entre mi hijo y yo con la ayuda de mis todavía fieles sirvientes. Finalmente las doncellas de Penélope recogieron todo el desastre que se había organizado en el salón y supieron quién era yo realmente. La vieja nodriza avisó a mi mujer, pero ella no terminaba de creer que fuera verdad y no quería hablarme. Finalmente me puso a prueba para saber seguro que yo era su marido, pidió que sacaran nuestra cama del dormitorio para que pudiera dormir y le dije que nuestra cama no podía sacarse porque estaba hecha sobre el tronco de un olivo enraizado y vivo. Así mi mujer supo quién era yo y pude por fin abrazarla.

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