Tuve que esperar una noche más. Pedí a Zeus que se pusiera de mi lado para poder vencer a los pretendientes y regresar a la paz de mi hogar. Lo tenía todo pensado: los pretendientes tratarían de montar mi arco y atravesar las doce anillas, pero no podrían hacerlo, ni si quiera Telémaco podría. Entonces yo tendría que intentarlo, aunque antes mis todavía fieles sirvientes, a los que tuve que decirles quién era realmente, me ayudarían a cerrar las entradas y salidas del salón para que llegado el momento pudiera comenzar la batalla. Todo fue sucediendo como lo había planeado. Ningún pretendiente pudo montar el arco. Telémaco mandó a su madre a su alcoba y entonces yo monté mi viejo arco y conseguí atravesar las doce anillas sin ni si quiera moverme del sitio en el que estaba sentado. En ese momento mi hijo se colocó a mi lado y dio comienzo la caza de los pretendientes.
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